lunes, 7 de septiembre de 2015

Periódico El Tiempo Titula: Los Códigos que Protegieron a un Pueblo Durante la Guerra

“Nuestro remanso de paz”: así llamaban a su territorio los habitantes de El Encano, un corregimiento nariñense ubicado a 27 kilómetros de Pasto, antes de que el conflicto armado se instalara allí y trajera consigo el miedo y la muerte.

Entre el 2000 y el 2005, este poblado en donde conviven campesinos e indígenas quillacingas padeció la época más violenta de su historia. Sin embargo, gracias a la radio y el trabajo comunitario pudo resistir a las acciones de los grupos armados que llegaron a la zona.

En la madrugada del 18 de septiembre del 2000, miembros de la columna móvil Jacinto Matallana de las Farc se tomaron su casco urbano, en medio de la celebración del Día del Amor y la Amistad.

A las 12:45 a. m. comenzó el ataque contra la estación de Policía, el principal blanco del grupo guerrillero, según lo recuerda Alfonso Miramag. “Ellos (las Farc) empezaron a disparar por todos los lados, incluso desde una terraza cerca de donde estaba con mi familia. ‘Echaban plomo’ que daba miedo”.

Su casa quedaba cerca al comando y a una vivienda que servía de residencia para los policías. Vivía junto a su hija –en ese tiempo era una bebé–, su madre y sus hermanas.

Cuando comenzó la toma, los Miramag dormían. Los fuertes estallidos de los cilindros bomba y morteros disparados por las Farc los despertaron e hicieron desocupar el segundo piso de la casa, en busca de refugio. “Yo no sé de dónde saqué valor. Agarré a mi familia y nos fuimos hasta el primer piso arrastrándonos. Logré protegerlas… Fue una cosa horrible”, relata este campesino y comunicador social que actualmente tiene 47 años.

Una ráfaga de fusil se escuchó a las 4:45 a. m., luego, todo quedó en silencio. El caos había terminado. La estación y la residencia de los policías fueron reducidas a columnas y vigas. En las calles solo se veían escombros de las casas que resultaron afectadas por las explosiones, algunos carros quemados y los cuerpos de quienes murieron en medio del combate.

“Como a las seis de la mañana la gente comenzó a salir de donde se había refugiado. Con mi cuñado ayudamos a recoger los cadáveres. Nos tocó tapar y cargar muertos”, recuerda Miramag.

De esa forma, las Farc daban a entender que mandaban en El Encano. El ambiente en el corregimiento después de la toma fue de total restricción para realizar cualquier actividad. Inclusive, había que tener cuidado con quién y de qué se charlaba, pues tanto la guerrilla como los paramilitares –que también hicieron presencia en la zona– infiltraron gente entre la población.

Semanas atrás, Miramag y 17 campesinos más de las 18 veredas que componen el corregimiento fundaron el colectivo de comunicaciones Brisas de La Cocha, con la intención de crear la emisora comunitaria. Aún con el recuerdo fresco de esa triste madrugada y con miedo, se reunieron ocho días después del ataque guerrillero para sacar adelante la idea.

Las discusiones dentro del grupo ya no solo eran sobre cómo debía ir la parrilla de programación, qué música poner o cuáles serían las funciones de cada uno. Les preocupaba comunicar teniendo a dos grupos ilegales que vigilaban todo lo que hacían.

Sin embargo, y luego de recibir formación por parte de un experto sobre cómo hacer radio, en el 2001 la emisora salió al aire. Dentro de la programación diaria se emitían mensajes que invitaban a no ingresar a la guerrilla, defender el territorio y no abandonarlo. Además, el colectivo desarrolló un lenguaje para que ni las Farc ni los paramilitares se dieran cuenta de lo que decían.

“Era complicado hacer radio en ese entonces. Una palabra mal dicha ponía en riesgo la vida de alguno del grupo”, comenta Miramag, quien lideró y coordinó el proceso. “Fue ahí cuando dijimos: ‘Hagamos lo que podamos hacer, para no ser blancos de esa gente’ ”, agrega.

Fue así como también crearon un sistema de códigos, que solo comprendían los miembros de Brisas de La Cocha, basado en los objetos que tenían en la emisora. Por ejemplo, para hablar sobre secuestro, usaban la palabra ‘consola’. Entre ellos se preguntaban: “¿Le pasa algo a la consola? Si alguien decía que sí o que estaba fallando, es que existían problemas de secuestro”, explica Miramag.

Para referirse a la presencia de los grupos armados, utilizaban las marcas de los casetes: Sony eran los paramilitares y TDK, las Farc:

─“Bueno, ¿cómo están los casetes Sony?” ─preguntaba alguien del grupo.

Si la respuesta era ‘buenos’, los paramilitares estaban en una de las veredas acusando a la gente de guerrilleros y obligándolos a abandonar El Encano. Si por el contrario era ‘malos’, se entendía que no había rastro de ellos. De ese modo, todo el colectivo conocía la situación de seguridad en cada rincón del pueblo.

En el 2003, tuvieron que cerrar la emisora por la presión que las Farc ejercían en el corregimiento, y para evitar que se llevaran los equipos al negarse a ser sus voceros. “Los guerrilleros querían que divulgáramos sus informaciones, así que mejor optamos por dejar de funcionar”, afirma Miramag.

Pero las ganas de seguir comunicando pudieron más. El colectivo estaba convencido de que el mensaje de resistencia le estaba llegando a la gente y que la radio era la mejor compañía en medio del conflicto armado, pues muchos les preguntaban qué había sucedido con la emisora.

Por eso, cambiaron la estrategia: crearon una red de radioparlantes y continuaron con las transmisiones, emulando la experiencia de las radios mineras en Bolivia. “Instalamos postes de madera con parlantes en cuatro veredas. Uno de nosotros redactaba y leía los mensajes en cada sector”, aclara Miramag.

Carmelina Piandoy, una campesina de 50 años, estuvo al frente del radioparlante ubicado en la vereda Santa Clara. Cuando le preguntan por qué decidió involucrarse con Brisas de La Cocha recalca que no lo hizo por dinero, sino por el interés de ayudar a su comunidad y agrega: “Nosotros somos de acá, y debemos sentirnos como los dueños de nuestras tierras. Que no nos intimiden, porque estamos acompañados”.

El presente de El Encano es distinto al de hace 15 años. Desde el 2005, la violencia ha disminuido gracias al aumento de Fuerza Pública. La mayor preocupación de los pobladores en la actualidad es cuidar las riquezas naturales que los rodean, como la laguna de La Cocha, uno de los cuerpos de agua más grandes del país.

La emisora volvió a funcionar y la red de radioparlantes aumentó su alcance: pasaron de cuatro a nueve veredas. Los mensajes que ahora emiten tratan sobre la importancia de conservar el medioambiente, las tradiciones y la identidad. Irónicamente, el conflicto armado, ese mismo que le quitó la tranquilidad al corregimiento, dejó una herramienta valiosa para reconstruir este “remanso de paz”: la radio. Escuchar Radiorevista aquí

"Contamos para La Paz"

La Oficina del Alto Comisionado para la Paz y Resander, la red de emisoras comunitarias de Santander, lanzaron a mediados del año pasado el proyecto ‘Contamos para la paz’, con el fin de formar a periodistas y comunicadores de regiones apartadas del país en la narración de historias e iniciativas de paz.

Se realizaron talleres en Bucaramanga, Cali, Cartagena, Neiva, Medellín, Pereira y Bogotá, entre noviembre de 2014 y julio de este año, donde los participantes compartieron experiencias y reflexionaron sobre cómo se estaba informando en los territorios el proceso de paz que adelanta el Gobierno con las Farc en La Habana, Cuba. Uno de los tutores fue Álvaro Sierra, periodista que ha cubierto el conflicto armado colombiano.

Además de las capacitaciones, se organizó un concurso para resaltar las mejores producciones radiales de los talleristas. De los 52 trabajos recibidos, el del pastuso Jorge Arias Obando ganó el primer lugar. Es una crónica sobre la red de radioparlantes del colectivo de comunicaciones Brisas de La Cocha





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